El emprendimiento en México será responsable de positivos cambios estructurales, económicos y sociales, y las señales de crecimiento y fortalecimiento de los diferentes actores del ecosistema emprendedor de nuestro país así lo demuestran.
Todas las iniciativas de emprendimiento, en sus diversos niveles y capacidad de crecimiento, son una poderosa fuente de riqueza económica, desde los pequeños comerciantes de productos y servicios, los despachos de profesionales independientes y las pequeñas empresas, hasta los emprendedores de alto impacto.
Todos ellos generan empleos y mueven la economía, convirtiéndose en un sector cada vez más importante, que empieza a cobrar relevancia en los consejos y organizaciones empresariales, que en otros tiempos estaban destinados sólo a las grandes compañías.
Una muestra de ello es la representatividad que organizaciones como la Asociación de Emprendedores de México (ASEM) y cuya actividad ya ha promovido importantes iniciativas de ley, como la reciente reforma a la Ley General de Sociedades Mercantiles para crear empresas en un día y sin costo
No obstante, aún enfrentamos grandes retos en materia de desarrollo, que son comunes en prácticamente todos los países de la región. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 41% de la población en América Latina es altamente vulnerable: existen más de 170 millones de personas bajo la línea de pobreza (casi 29% de la población de la región); 70 millones bajo la línea de indigencia (casi 12% de la población de la región); clases medias muy frágiles, con un limitado acceso a los servicios de salud, vivienda propia, educación de calidad, especialmente en los niveles superiores, entre otros grandes problemas.
Por ello sigue siendo urgente impulsar la inversión, el crecimiento económico, el consumo interno y reducir la brecha entre ricos y pobres. Esta labor, requiere, de entre otras, dos grandes acciones:
- Las estrategias de reducción de la pobreza, derivadas de la activación económica, la generación de empleos y la mejora de las condiciones laborales, que tienen un fuerte efecto económico: consumidores con mayor poder adquisitivo, que fortalecen el consumo interno;
- Un aumento de las inversiones sociales en educación, salud, nutrición e infraestructura.
Para este profundo cambio social, un factor adicional es clave: el ritmo al que lo hagamos. Como en muchos otros aspectos, el tiempo con el que se implementen estas acciones es radicalmente relevante; hacerlo de forma tardía sólo incrementará las diferencias. Necesitamos de proyectos con capacidades exponenciales, que en el corto plazo sean capaces de accionar cambios profundos: es aquí donde los emprendedores de alto impacto pueden ser un gran detonador de progreso.
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